Los últimos
acontecimientos en Tía María parecen reafirmar que el nuestro es un país donde
las lecciones impartidas por la historia reciente no sirven de nada. Conga
parece ya lejana para quienes sólo la vieron en el ámbito de los noticieros o
desde las columnas de opinión, pero para quienes tenemos una ligazón directa
con las consecuencias de ese conflicto, todo parece haber sucedido ayer. Y por
eso no entendemos la tremenda torpeza de un gobierno que debería tener como
referente un documento de análisis de lo que pasó en Cajamarca, para entender
la dinámica de estos conflictos. No entiendo cómo se hacen llamar tecnócratas
los que supuestamente toman decisiones en este gobierno.
Lo que realmente
me preocupa como comunicador ligado a las extractivas es el mensaje que como
industria le damos al país. En los últimos análisis de periodistas tan
reconocidos como Gustavo Gorriti y otros más radicales como Gustavo Faverón la
idea de una minería anacrónica totalmente desligada de la realidad peruana es
la más concreta, y esta se reafirma en declaraciones como las del Sr. Gálvez de
la SNMPE que banaliza al extremo el entendimiento socio político del conflicto.
No parecemos tampoco haber aprendido la lección, seguimos con discursos
provocadores cuando somos nosotros los que debemos enarbolar el diálogo como
única solución posible. ¿Cuánto más nos vamos a manchar de sangre quienes si
creemos que una minería sostenible y justa en el Perú es posible?
Con tristeza veo
las barbaridades que se publican en redes sociales sobre el sector, y como
nadie o casi nadie sale a responder, hace poco Faverón lanzaba una pregunta
retadora ¿Quiénes saben de procesos mineros en el país, que no hayan estado
manchados o signados por el conflicto? Y la verdad buenos ejemplos si existen y
muchos. Cerro Verde en la misma Arequipa es una muestra exitosa de trabajo bien
hecho, inversión social que impacta en cada arequipeño, y gracias a esto sus
operaciones crecen en un constante abrir puertas y entendimientos con
autoridades, frentes de defensa y diversos sectores productivos y agrarios. Los
emprendimientos sociales de La Granja, Michiquillay y Quellaveco que pusieron
la inversión social por delante de todo son una clara muestra. La relocación
exitosa en Toromocho, los avances en Las Bambas, el buen trabajo que viene
haciendo HUDBAY en Cusco y GOLDFIELDS en Cajamarca, son muestras de que con
diálogo y participación pueden haber discrepancias y una dinámica constante de
negociación, pero sin el costo de detener operaciones o peor aún con el costo de
vidas humanas. La minería bien hecha si es posible y SI SE DA EN EL PERÚ. No
podemos poner a todos en el mismo saco.
Nada justifica
lo de Arequipa, nada es más triste que ver como el llamado Estado de derecho
sucumbe ante la afiebrada valentía de los radicales empoderados por proyectos
individuales, o peor aún por sus contrapartes financiadas desde el extranjero,
ante la impotente mirada de quienes se dicen construir consensos y solo
aplauden desde la galera. ¿Cuantas reuniones con los regantes, los agricultores,
cuanta presencia real en el campo han tenido los agentes de gobierno? Les
aseguro que no llegan ni al 5% en comparación a las que Marco Arana y sus
amigos vienen sosteniendo en la zona. Se trata de chamba, como dicen 1% de
genialidad y 99% de sudor, así es cómo se ganan también los asuntos sociales.
Una lección
importante que nos deja este conflicto es que deberíamos ser más amplios y
analíticos al tomar decisiones. Lo que sucedió hace un mes y medio en los
estudios de RPP es lamentable. Se de muy buena fuente que esa nefasta
declaración del vocero de Southern era una estrategia de presión a los
radicales, impulsada por una firma de consultoría vinculada a un ex congresista
fujimorista. Esa no es la forma en que las consultoras de comunicaciones serias
deben trabajar en el país. Creer que los procesos de conflictividad social, se
pueden solucionar como en una discusión de pareja en la alcoba, en la que uno
de los dos hace su maleta y amenaza con irse y por arte de magia se solucionan
las cosas, es de un análisis bien relajado por decir lo menos. Y en buena
cuenta ese acto fallido fue el detonante de lo que devino en 50 días de sangre,
muerte, pérdidas económicas y desolación para un pueblo. Y es que si, a veces
las acciones de comunicación corporativa si cuentan y mucho.
Yo voté por
Ollanta Humala por dos sencillas razones, la primera: No podía bajo ningún
concepto validar la opción de la Sra. Fujimori y la segunda porque entendía que
Humala había recogido en sus dos campañas anteriores el clamor de un pueblo que
sentía la necesidad de un cambio, entiéndase esto cómo una opción real a los
conflictos sociales (que es en buena cuenta el objeto de estudio de mi labor
profesional) al tener operadores vinculados a los sectores de resistencia, un
diálogo con ellos desde el gobierno sería fluido y no se estamparían en
discrepancias ideológicas, pensé inocentemente. Sus operadores políticos
estaban situados a la izquierda del tablero y eso le podía otorgar una mirada
distinta a los temas de fondo: Relación con las extractivas y mecanismos de
negociación con organizaciones de base social que la derecha no había tenido o
no había logrado entender como necesarias. Tristemente ni lo uno ni lo otro, un
fracaso total.
Ahora solo me
hace sentido un hit ochentero de Julio Iglesias que habla de un enamorado loco
que sin razones tropieza con la misma piedra y tontamente con el mismo píe.